El tiempo de la vida humana es sólo un punto; su sustancia, fluida; su sensación, nebulosa; todo su cuerpo, corruptible; su alma, errante; su destino, un enigma; su renombre, impredecible. En resumen, un río lo corporal, vapor lo del alma, guerra y exilio la vida, olvido la fama. ¿Qué nos puede guiar? Sólo una cosa, la filosofía. Y esta consiste en conservar a nuestro Genio interior sin afrentas ni daños, dominando los placeres y los dolores, sin dejar nada al azar, sin mentir ni fingir, despreocupado de lo que haga o deje de hacer otro; aceptando también los acontecimientos y la parte que le toca, pues al fin y al cabo tienen su mismo origen. Y sobre todo, esperar la muerte con buena disposición, sabiendo que es sólo la disolución de los elementos que componen a todos los seres vivos. Si la constante transformación de los elementos, no es terrible para los propios elementos, ¿por qué ha de serlo para nosotros? Esto es lo natural, la muerte, y por tanto no es malo. Marco Aurelio. Meditaciones. Libro II
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