¡Aa iyo’on, soy Izel! Y hoy te llevaré a un recorrido por otra de las principales artesanías de Oaxaca y también te contaré un poco de historia, pero no te preocupes, no quedarás como el quesillo.
Estamos en Santa María Atzompa y te hablaré sobre el origen de una de las principales artesanías que tenemos aquí, el Barro Verde o mejor conocido como arcilla, la cual se obtiene a partir de la descomposición de rocas madre que son cristalizadas; un gran ejemplo de este procedimiento es el granito que podemos encontrar en varias capas sedimentarias.
¿Te cuento un secreto? Además de su uso en la alfarería, se cree que la arcilla era utilizada para curar todo tipo de heridas y afecciones de la piel; quizás por ello es que en la actualidad encontramos diferentes usos para tratamientos de la piel como regeneración de células, exfoliación, absorción de grasa y como antiséptico.
Cuando era joven trabajé con mis amigos alfareros en el pueblo de Santa María Atzompa, viví en una casita de adobe y lámina junto al Mercado de Artesanías. El día viernes siempre se caracterizaba por el humo negro saliendo de los hornos, cociendo jarritos, ollas, comales, platos, tazas y cazuelas para llevarlos al otro día al Mercado de Abastos de la capital Oaxaqueña.
Como dice mi amiga Juana, “no trabajamos en domingo, nadie hace ni un jarro ni prende sus hornos; ese día no se trabaja”, pero el sábado andan todos hechos unos chilaques para vender en la periferia del mercado o improvisar algún espacio para ofrecer sus piezas originales, con su característico color verde vidriado. Éramos cerca de 200 alfareros en la plaza, ahora afortunadamente también contamos con un mercado de artesanías en esa localidad.
Cuando conocí a Juana, mi amiga artesana, compartió conmigo su trabajo y me dijo: “las manos trabajan mientras los pies giran el torno”, y pensé que era sencillo el proceso del Barro Verde, sin saber que a veces el trabajo comienza incluso antes de que el sol salga.
Lo más cansado es llevar la loza desde las minas de San Lorenzo Cacautepec por los caminitos hechos poco a poco por las pisadas de los antiguos artesanos, ubicados a cuatro kilómetros de Atzompa (¡imagínate la cansada que me di!), y ayudados por Filemón, un burrito que cargaba de cinco a seis cubetas retacadas de material.
Una vez que llegamos a casa, el trabajo de los artesanos es romper la loseta de barro con un palo hasta formar una masa uniforme. Es un trabajo en familia pues los niños comienzan a aprender el proceso moldeando. Luego desayunamos tortillas hechas a mano, salsa, frijoles y café de olla, pues es nuestro alimento más fuerte del día.
Después de levantar las piezas del torno, las dejamos afuera aproximadamente una semana para que aguanten el calor intenso del horno. Luego de reposar esos días se les da la primera cocción. El color verde tan característico de nuestras artesanías se logra a través de la greda, polvo que se mezcla con agua para luego impregnarlo pieza por pieza y dejarlos listos para entrar de nuevo al horno y así evitar que se agrieten. Pero, ¿sabías que el tiempo que permanecen en el horno es de ocho a diez horas a una temperatura aproximada a los 1,000 grados? Posteriormente, se dejan enfriar lentamente para dar como resultado piezas hermosas e inigualables.
¡Nda xa’a na ko,o na’a yo,o!