Un buen sueño, pero un sueño, al fin y al cabo. Así es
como suena el nuevo álbum de Bratty: narcóticamente adictivo, pero un bálsamo
ensoñador que, en un momento donde no es especialmente fácil
pronunciar esa frase, tira de lenguaje centennial para decirnos: “todo bien”.
Aunque no lo esté a nivel global, sí está todo bien en el
luminosamente opaco nuevo ejercicio de la joven artista mexicana Jenny Juárez;
que nos invita a un viaje de introspección que bascula entre el dreampop de
Beach House, las atmósferas vaporosas del rock alternativo de los años ’90 y cierto
aire melódico que nos puede recordar a artistas como Lana del Rey, pero a la
mexicana.
Una melancolía que mantiene ciertos tics comunes con “Delusión”,
su anterior trabajo, pero que también se distancia de cierto equipaje
indie-rockero para dar mayor espacio a una canción melódica tintada de
dreampop, vaporwave y sintetizadores espaciales.
Con momentos en donde busca cierto escape eléctrico y
saltarín, casi como un guiño al tontipop de piruleta y estribillo adictivo (“tdbn”),
con otros en donde parece acercarse a la facción más crooneresa de Javiera Mena
con guitarras a lo The XX (“tuviste” o “tarde”), otros en los que se sumerge en
el universo de los efectos vocales y una atmósfera espacial (“tú”), otros en
los que recoge el espíritu sonoro de Woods o Mac De Marco pero con melodías más
redondas (“lejos”) y otros en los que parece buscar un espacio virgen en una
canción melódica que recuerda tanto a iconos de los años ’70 como a artistas de
su generación como Boy Pablo (“friend”, “contigo” o “virgo”).