La Biblia es clara. En Deuteronomio 18, Dios advierte a su pueblo que ningún hijo suyo debe involucrarse con adivinos, encantadores, médiums, espiritistas o cualquier práctica de ocultismo. No porque sean cuentos… sino porque son reales, peligrosas y contrarias al Espíritu de Dios.
En Hechos 16:16, vemos a una joven poseída por un espíritu de adivinación, que ganaba dinero para otros mediante poderes espirituales que no venían de Dios. Pablo discernió la obra del enemigo y la enfrentó con autoridad. Y en Hechos 19:19, cuando la verdad del Evangelio llegó a Éfeso, muchos quemaron públicamente sus libros de magia, reconociendo que no se puede seguir a Cristo con un pie en la luz y otro en las tinieblas.