Se nos va de ojo que vivimos en un magma cultural en el que a todo lo llamamos arte y, por extensión, cultura que en su definición canónica es el conjunto de conocimientos con los que elaboramos un juicio crítico. En tanto que arte es la capacidad para plasmar lo real o imaginario mediante recursos plásticos, textuales, sonoros o visuales.

Si siempre es mejor que haya más creadores, por mediocres que sean, que seres violentos y cerriles; no está demás deslindar entretenimiento y arte que lo que busca es provocar al pensamiento con nuevas interpretaciones de lo real y de la vida.

En tanto que el entretenimiento lo que busca es encapsular por un tiempo finito a un receptor con historias que, en su peor versión, adolecen de un exceso de coreografía visual y sonora que puede llegar a aturdir. En tanto que la vitola de artista no se la atribuye uno así mismo por la mera imitación, la burla o el exabrupto contra lo que no gusta, o por la provocación pueril y burda, o por crear vídeos de alto voltaje sexual, próximos al machismo, coreografiados con bailes simiescos. Todo es lícito y el entretenimiento necesario si no atenta contra la inteligencia; pero no llamemos arte o cultura, a lo que muchas veces es vacuidad. ¡Que no se te vaya de ojo!