Es bueno y apropiado que nuestra aventura con Jesús inicie en este punto: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» Jn.1:1
La declaración del apóstol ofrece una réplica del relato de Génesis, cuyos orígenes también se encuentran más allá de la historia particular del planeta que habitamos nosotros: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este «principio» al que ambos autores se refieren escapa a los parámetros que nosotros utilizamos para medir el paso del tiempo, pues está escondido en la misma eternidad.
Juan no pretende entrar en el misterio de esta frase. Simplemente afirma que el Verbo existía desde siempre, porque el Verbo es Dios mismo. Su declaración nos ayuda a asumir, desde el mismo principio, la postura correcta en nuestra relación con el Señor. Él es el origen de todas las cosas, incluso de nuestra propia historia personal. Una y otra vez, a medida que caminemos con él en esta serie, vamos a retornar a esta verdad. Cada escena que presenciaremos nos conducirá, indefectiblemente, a la persona de Dios. El hombre es, y por siempre será, el que responde a la iniciativa divina, un actor secundario en una historia que es mucho más grande y profunda que el relato de nuestro fugaz paso por este planeta.