Como la propia Wikipedia nos explica, y con esto lo que busco gracias a las discusiones que laten tras cada entrada en esa base universal de conocimientos, es ser lo más objetivo posible o, al menos, garantizar la incorporación de todas las visiones acerca de un tema -siempre con rigor y su cita-, algo que será capital, no ya para ahora la película, sino para el audio siguiente cuando tratemos de lo que, con ese mismo rigor, se indica sobre el Opus Dei -el negro pozo de miserias e intereses creados en que fondea la trama de la historia-, es así que «”Camino” es una película de 2008 dirigida por Javier Fesser. Está inspirada en la vida de Alexia González-Barros, una niña que falleció a los 14 años en 1985, tras 10 meses de enfermedad, como consecuencia de un tumor maligno. El descubrimiento del primer amor o su educación basada en el Opus Dei (el título hace referencia al libro homónimo escrito por su fundador, José María Escrivá de Balaguer) marcaron sus últimos días».
Inspirada, pues, en tales hechos reales, el argumento del film se cifra en «una aventura emocional que gira en torno a Camino (interpretada por una extraordinaria Nerea Camacho), una niña creyente de once años, que se enfrenta al mismo tiempo a dos acontecimientos que son completamente nuevos para ella: enamorarse y morir. La película comienza en el momento de su muerte. Momentos después retrocede cinco meses para poder contar toda la historia desde antes del comienzo de la enfermedad. Con una energía vital capaz de atravesar todas y cada una de las tenebrosas puertas que se van cerrando ante ella y que pretenden inútilmente sumir en la oscuridad su deseo de vivir, amar y sentirse feliz».
Fesser, frente a la interesada pero socialmente inexistente polémica suscitada entre tantos miembros de la Obra que, sabiendo de la verdad de lo que se cocina en cada casa, en cada centro (como llaman a sus casas), tantos cuantos -nos confesará Fesser en el siguiente audio-, teniendo prohibido su visionado, llegaron a ver la película, sostuvo desde un principio «que todo lo que aparece en la película tiene base real y que intentó retratar a una familia del Opus Dei con una hija en trance de muerte, realizando una exhaustiva investigación sobre otros casos de "olor de santidad" y sobre “el modo de operar del Opus Dei”, conduciéndose como un “espectador neutral”».
Por supuesto, la familia de Alexia afirmó en un comunicado que «en ningún momento ha existido ni existe relación, colaboración o participación de ninguna clase con el director, guionista, productor o cualquier otra parte responsable de tal ficción». Pero la inmediata campaña -y esto lo digo yo- para resaltar la posible santidad de Alexia sin mayores influencias ni presiones de ni padres ni de la Obra, recalcando la libertad con la que los numerarios y demás miembros del Opus se separan de sus familias en devoción idólatra a Escrivá, y luego a sus sucesores, fue inútil del todo punto dado el éxito que cosechó la película (la gran triunfadora de los Goya de 2008, llevándose seis estatuillas, destacando las relativas a Mejor Guión, Mejor Dirección y Mejor Película) cuya realidad certera advirtiera a los ya pocos posibles despistados que quedaban, del entramado que subyace a una organización sectaria y ‘extra ordinem’ como demostraré en el audio siguiente, y que lejos de salvarse por integrarse dentro de la Iglesia Católica es por su propósito y ‘modus operandi’ ajena a todo espíritu cristiano. El uso que de la enfermedad de la niña se hace en la película en favor de la institución y su mayor proyección es palpable, aunque los motivos para la intervención urgente de la prelatura por la Sede Apostólica son todavía de mayor gravedad pues está en juega la salud psíquica de los que ingresan, de los que “pitan” (siguiendo su terminología), su misma libertad personal y material, y hasta el sagrado secreto de confesión, que con una burda artimaña previa consistente en la simple charla que se tiene con el sacerdote del centro, antes de lo que es propiamente el rito de la confesión, exime al cura, de la Obra claro, de la prohibición de ventilar las fragilidades e inquietudes de quien pasa por él. Es así que el número de sacerdotes que han abandonado, en precario, sin mayores medios de subsistencia y tras años de entrega a una misión equivocada, cifra oculta siempre por las autoridades, es más que demostrativo.
Mientras tanto, las cartas de los ex miembros siguen llegando al Vaticano de manera incesante, en queja por el maltrato recibido por salirse y al salir, por la soledad a la que le abocan sus años de permanencia entre los que creían que eran sus hermanos, o por carecer de la cobertura mínima social por todos los años trabajados y no cotizados, pues muchos son los que han trabajado en colegios y demás obras corporativas, como llaman a las asociaciones vinculadas sanguíneamente con la Obra aunque nunca registradas a su nombre, sino el de miembros de su mayor confianza, que, a cambio, se aseguran un mejor pasar, un nivel socio-económico más elevado.