El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. Su propósito envuelve el cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. Y nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que lo conocen, para así sanar sus mentes. Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. Y tú misión con respecto a él no puede sino ser la misma.