En esta edición de Las largas noches, Jordi Baeza une dos historias que comparten la misma raíz: el valor del tiempo.
Por un lado, el adiós a la ilustradora Amaia Arrazola, que llenó de color los días breves que le tocó vivir; por otro, la voz de quienes deciden volver a estudiar después de veinte años, demostrando que aprender nunca caduca.
Un bloque que viaja entre la pérdida y la esperanza, entre lo que se apaga y lo que todavía puede encenderse.
Porque, a veces, el tiempo no solo pasa: también enseña.