Os explico porqué ayer no se emitió en spotify y si en el resto de plataformas.

Hora de emigrar.

En el programa de hoy os lanzo una mirada sobria y tranquila a la idea de los ángeles de la guarda. No desde el milagro ni desde lo fantástico, sino desde esas fuerzas discretas —personas, recuerdos, intuiciones— que nos han salvado más veces de las que admitimos. Un bloque para pensar en quienes nos han sostenido sin pedir nada a cambio.

Del problema de la vivienda y de hacer las cosas por dinero.

Ven conmigo, ven a desconectar.

En el episodio de hoy de Las largas noches exploramos la relación del ser humano con el sol como símbolo de energía, renovación y verdad. A través de una narración íntima y pausada, os invito a mirar hacia fuera y hacia dentro: cómo la luz exterior puede iluminar nuestros rincones internos, despertar conciencia y calmar el caos emocional. Desde la imagen del astro que ha acompañado a la humanidad desde siempre, recorremos ideas de perdón, claridad y transformación. Un espacio para detenerse, escuchar y despertar.

Esta noche os invito a acompañarme en una historia real que siempre me ha fascinado: la de Anthony Hopkins buscando, sin éxito, un libro perdido por todo Londres. Una búsqueda que terminó convirtiéndose en una lección sobre la casualidad, los errores y el arte de perdonarse.

A partir de ese punto, os propongo una reflexión más íntima: cómo reconciliarnos con nosotros mismos, aceptar lo que fuimos y soltar lo que ya no podemos cambiar.

Una hora para bajar el ritmo, respirar y mirarnos con un poco más de compasión.

El programa de hoy invita a comprender que la ira no nace de los demás, sino de nuestra reacción interior. A través de una reflexión serena, el programa muestra que el verdadero control consiste en observar las emociones sin dejarse dominar por ellas. La calma no se busca fuera: se reconoce dentro.

Y por si fuera poco, descubrimos la tridimensionalidad del tiempo.

Tiembla Einstein.

En esta edición de Las largas noches, Jordi Baeza une dos historias que comparten la misma raíz: el valor del tiempo.

Por un lado, el adiós a la ilustradora Amaia Arrazola, que llenó de color los días breves que le tocó vivir; por otro, la voz de quienes deciden volver a estudiar después de veinte años, demostrando que aprender nunca caduca.

Un bloque que viaja entre la pérdida y la esperanza, entre lo que se apaga y lo que todavía puede encenderse.

Porque, a veces, el tiempo no solo pasa: también enseña.

En esta entrega de Las largas noches, Jordi Baeza nos invita a hacer algo que casi nadie se permite: parar.

Durante una hora, el programa se adentra en la ciencia y el arte de la calma, desmontando la falsa idea de que descansar es perder el tiempo.

En esta entrega de Las largas noches, os invito a hacer algo que casi nadie se permite: parar.

Durante una hora, el programa se adentra en la ciencia y el arte de la calma, desmontando la falsa idea de que descansar es perder el tiempo.

Entre respiraciones lentas, pensamientos que se disuelven y un monólogo que roza lo poético, el oyente encuentra un refugio sencillo: su propio cuerpo.

Un viaje sonoro hacia ese silencio que no está fuera, sino debajo de la piel.

En esta edición de Las largas noches, Jordi Baeza nos guía por un martes de noviembre en el que la actualidad parece latir en voz baja.

Desde las nuevas ayudas al alquiler hasta los trenes que acortan distancias entre países, pasando por un repaso a la economía real, al consumo sin alma y a un planeta que gira entre guerras, vientos y lunas.

Una hora de radio para mirar la noche con calma: sin ruido, sin prisa y con la certeza de que el mundo, aunque a veces parezca inmenso, cada día se encoge un poco más… al ritmo de nuestras propias decisiones.

En esta entrega de Las largas noches, nos asomamos al espejo de un mundo que cambia a toda velocidad:

la soledad del que se atreve a crear, el eco eterno de Bob Dylan, la caída política de Carlos Mazón,

el control digital que llega desde China, el dinero sin rostro del futuro europeo

y un cielo español que, por una noche, vuelve a estar en calma.

Un viaje de 45 minutos por la verdad, la fragilidad y la necesidad de seguir siendo uno mismo,

aunque el mundo —o los algoritmos— digan lo contrario.