Si alguna vez ha asistido a una de estas reuniones o ha visto alguno de sus videos, probablemente habrá notado el desorden que reina en estos servicios. El predicador, o evangelista, es quien dirige todo y decide qué milagros ocurren. En estos escenarios, el "dios" parece someterse a la voluntad del hombre: los milagros se anuncian con anticipación y no hay necesidad de pedir que se haga la voluntad divina. El gurú en turno asume el papel de Dios… y lo hace con una autoridad sorprendente. ¡Hasta el "espíritu tumbador" parece responderle a la perfección!

Durante el servicio, la Biblia apenas se menciona. Si se lee algún pasaje, es más un pretexto que una guía, sin relación con lo que realmente se predica. El objetivo no son las almas, sino los bolsillos de los asistentes. Una vez que los tiene emocionados, espiritualmente embriagados, llega el momento de pasar la cuenta.