¿Recuerda lo que Jesús respondió a aquellos 120 discípulos cuando le preguntaron si restauraría el reino a Israel en ese momento?
“No les corresponde a ustedes saber los tiempos ni las sazones que el Padre ha puesto bajo su sola autoridad; pero recibirán poder cuando haya venido sobre ustedes el Espíritu Santo, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:7-8).
Y así fue. El día en que el Espíritu Santo descendió, los discípulos comenzaron inmediatamente a cumplir esa misión. Ese mismo día, el Evangelio fue proclamado en “otras lenguas”, sorprendiendo a los judíos al escuchar la Palabra de Dios en idiomas que jamás imaginaron. Para ellos, el hebreo era el idioma puro, el idioma que Dios usó siempre para comunicarse con su pueblo… pero algo nuevo estaba ocurriendo.
En al menos 15 idiomas distintos, el mensaje de Dios fue anunciado con poder, y como señal de ese mover divino, tres mil personas creyeron y fueron bautizadas. “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y aquel día se añadieron como tres mil personas” (Hechos 2:41).