En esta época de pandemia, en la que la enfermedad a
afectado a tantas personas de manera directa o indirecta, podemos hacernos esta
pregunta: ¿Por qué le están pasando cosas malas a gente buena? La respuesta más
simple es que, aún vivimos en un mundo caído, donde aún las enfermedades, las
catástrofes y las acciones de los hombres causan dolor. Este mundo está aún
bajo los efectos del pecado. En este mundo, aún hay sufrimiento, aún hay
muerte. Tanto la naturaleza, a la que pertenecen los virus y las calamidades,
así como la naturaleza humana, provocan ese sufrimiento.
La respuesta no tan simple es que “no le pasan cosas
malas a gente buena, porque no hay gente buena”. ¿En base a que llamamos a la
gente buena? En que no eran asesinos o políticos corruptos. En que cuidaban de
sus familias y trataban bien a sus semejantes. La realidad es que, ante las exigencias
de la ley moral de Dios, “todos hemos pecado y estamos apartados de la gloria
de Dios”. Es decir, por más bueno que alguien parezca a nuestros ojos, ante los
ojos de Dios nadie es bueno, porque todos tenemos malas intenciones, malos
pensamientos, y malas acciones.
Se que esto puede ser difícil de aceptar o de
procesar. ¿No hay gente buena? No hay gente buena de acuerdo con los estándares
de Dios. En comparación con la perfección de Dios, no, no hay gente buena.
Y la tercera respuesta es aún más compleja de
entender: el sufrimiento es tan misterioso, que hasta Dios se sometió a él. El
sufrimiento de Cristo, no solo el de morir en la cruz, sino el sacrificio de
vestirse de humanidad, es incomprensible.
Y aún otra buena noticia: un día acabará todos
sufrimiento: un día Dios enjugará toda lágrima de nuestro rostro, porque ya no
habrá más llanto ni más tristeza, ni más dolor. Pero mientras ese día llega,
debemos recordar las palabras de Jesús: en este mundo afrontarán aflicciones,
¡pero anímense! Yo he vencido al mundo.