Hace unos días Totó la Momposina anunció su retirada de los
escenarios tras una vida, a sus 82 años, consagrada a difundir la música afro
del Caribe colombiano. “Yo no recuerdo cuándo canté por
primera vez, siempre es algo que he hecho, desde chiquita”, me
explicaba en una entrevista en 2017. Ella es, junto a
otras como Petrona Martínez (83 años), una de las voces más
reconocidas de un fascinante universo, el del bullerengue (y sus derivados:
chalupa, son de negro, fandango…), que por desgracia está nutrido de voces de
mujeres que han permanecido en el anonimato.
La figura de Ceferina Banquez simboliza, a través de su
biografía, ese drama: el de artistas herederas de una riquísima tradición
que se ha transmitido entre generaciones de forma oral, sin apenas grabaciones
ni crédito para los músicos y cantantes. Nació en Guamanga (Bolívar), de donde
durante una buena parte de su vida tuvo que desplazarse por la violencia
(Colombia es uno de los países con más desplazados internos a la fuerza del
mundo).
Igual que a otras figuras del Caribe colombiano, como
Magín Díaz, el reconocimiento le ha llegado tardío: a sus 80 años
se preparara para hacer la que quizá sea la gira más ambiciosa de
su carrera, con paradas en Estados Unidos y Europa. Ella es la
portadora de una cultura ancestral que pervive gracias a lanzamientos como
éste y otros que ensalzan la música negra del Caribe durante los últimos años,
y especialmente, gracias a los jóvenes en sus comunidades que prosiguen la
tradición.
José Fajardo.