No son demasiados, pero de vez en cuando aparecen algunos
discos fundamentales como para entender las fusiones desde una perspectiva
absolutamente rupturista a la vez que conectora. Como cuando Ketama se
acercaron a la música africana de Toumani Diabaté en el “Songhai” o cuando
Diego El Cigala hizo flamencas a las músicas cubanas con Bebo Valdés al piano.
Ahora, Chano Domínguez, uno de los pilares del jazz-flamenco
y uno de los pianistas más prestigiosos de las fusiones musicales y un artista
acostumbrado a mezclarse con todo tipo de músicos de procedencias, géneros y
generaciones diferentes (de Martirio o Jorge Pardo a Antonio Lizana o Niño
Josele, entre otros nombres), ha mezclado su sonido con el del prestigioso
mandolinista brasileño Hamilton de Holanda y con el también percusionista
brasileño Rubem Dantas (pionero en introducir el cajón peruano en álbumes
de flamenco como los de Paco de Lucía) en un ejercicio que impone un diálogo entre
las músicas populares de España y Brasil.
Cada uno agarrado a su instrumento, en “Chabem” el
diálogo que imponen los brasileños y el gaditano es el de un latin-jazz que,
aunque abra la mano hacia distintas tendencias de la música latina, busca los
puntos comunes y líquidos del flamenco y el choro brasileño.
Con
momentos en los que salen a la caza de un groove casi soul-jazz (“Chumbulum”),
de un casi-blues (“Chumbulum”) o a la facción más oriental del proto-flamenco (“Zyryab”),
lo cierto es que es un repertorio en el que los encuentros entre las
tradiciones hispánico-brasileñas parecen más naturales de lo que los corsés de
los géneros suelen imponer.
Los mejores ejemplos sean, quizá, “Em Nome Da Esperança”,
“Afro Flamenco”, “Capricho de Espanha” o “Santa Morena”, canciones que
pueden comunicar una genética diferente a lo que luego acaba sonando: la
armonía de las fronteras y las venas abiertas de la conquista de nuevos
territorios musicales absolutamente apátridas y globales.
Alan Queipo.