Charlas universitarias | Rezar en el metro

No tener miedo al silencio y a la inactividad; plantearnos objetivos y crecimientos humanos, culturales, espirituales para las vacaciones que nos permitan servir mejor al Reino; hacer todas las elecciones en función de lo que esperan nuestros amores… son algunas claves que nos permiten vivir según Cristo las vacaciones, los fines de semana y los momentos de descanso.

Al final de la Pascua vivimos fiestas que nos revuelcan en verdades misteriosas que Cristo nos reveló. Al presencia, vida y pasión del Espíritu Santo es uno de estos misterios. El es la nueva Ley que da plenitud a la ley mosaica; y esta nueva Ley está en nuestros corazones. Escucharle, aprender a movernos de acuerdo con él, es lo que propiamente constituye el vivir cristiano.

La gloria de Cristo se deja atisbar también en el cuerpo de Jesús, por ejemplo en la transfiguración. El cuerpo está llamado a ser glorioso. En el cuerpo va tomando forma la transformación de vida que el Resucitado va obrando en nosotros por la gracia. Se nota en el rostro, en la espiritualización de todo lo que hacemos corporalmente, en lo que hay mucho más que solo cuerpo.

Tener la conciencia de prepararme para servir a la sociedad. No ser cortos, ni burgueses, ni mediocres. Ampliar el corazón para ser capaz de estudiar con corazón cristiano. El estudiante mira al futuro: estudio para servir mejor en el futuro a la sociedad.

Los objetos atraen, y a veces buscamos el exceso, limitado solo por lo que el objeto da de sí o por la limitación mía. Moderar la relación con los objetos: templanza, sobriedad, elegancia,

Tratar las cosas como realidades que reflejan –como un espejo- lo que realmente busco. Esa cosa no puede saciar lo que busco: solo aquello a lo que remite –quien tiene aquello sin límite- es lo que me saciará. Por eso, es inteligente no buscar en lo finito saciar la necesidad de infinito.

En nuestras elecciones sí optamos por el blanco, por el Bien y el estilo de vida del Bueno. Sin embargo, en la realización, puesto que somos ‘concebidos en pecado’, no somos capaces de realizarlo según Dios. Nuestro estado de gracia no es pleno.

Pero esta realización imperfecta no significa mediocridad.

Ayuno, limosna y oración son los tres caminos que nos señala la Iglesia para que consigamos liberar el corazón de manera que así seamos capaces de abrirnos a una realidad superior a nosotros, como es la Resurrección.

Aprenderlo en la vida de Juan Pablo II ayuda a entender que ese es el camino para aprender a mirar de otro modo.

El cristiano es quien se sabe en una historia amplia –no quien vive en su ombligo-, saltando de gozo, y con una confianza absoluta.

Somos los que hemos puesto nuestra confianza en su misericordia, no en mi obrar. Tenemos que abandonar el corazón duro que cumple la ley. Vivir la libertad de Cristo, sabiendo que soy heredero de tu promesa.

Ser cristiano es vivir con paz confiando en la misericordia del Señor.

Veo y juzgo lo que ocurre, con frecuencia, juzgando a Dios. Y en esos juicios se ve que ponemos en tela de juicio que Dios sea tan bueno, o esencialmente bueno. ¿Cómo reacciono ante la desgracia?

El poderoso Espíritu de Dios habita en mí. Aceptar esta realidad es clave de nuestra vida cristiana. Cristo nos advirtió que haríamos obras incluso mayores que las que Él mismo hizo. Eso es lo que Dios espera de nosotros, lo que quiere obrar. Por eso, estar atentos y pelear por no malograr las obras de Dios, fundamentalmente su obra en mí.