De todas las cosas que carga el diablo, la cumbia
deathmetalera es la más disfrutona de todas. La alianza entre Eblis Álvarez
(capo de Meridian Brothers, y flamante productor del “Colombiana” de Niño de
Elche) y Pedro Ojeda (capo de Romperayo) lleva más de un lustro jugando a la
colosal idea de fundir ritmos tropicales (de la salsa al currulao, la cumbia o
el reggaetón) con sonidos propios del metal digital más psicodélico. Y, tres
años después de aquel homónimo debut que desconcertó y generó pasiones a partes
iguales, Chúpame el dedo cantan a los pedos y a la familia, a los dolores y a
los demonios, en un ejercicio de cinismo endemoniado, tan cerca del metal hecho
con doo-rags de proyectos como Grosgoroth o Los Caballos de Düsseldorf como del
único reggaetón posible que puede existir en el Resurrection Fest o de la
cumbia que sí bailarían en el camerino Cannibal Corpse, Napalm Death, Dimmu
Borgir o Venom.