¿Por qué conformarnos con migajas cuando Dios nos está invitando a sentarnos a la mesa? Hoy podemos cambiar al mundo, no necesitamos un don extraordinario, simplemente necesitamos estar dispuestos a dejarnos usar, tomar la decisión de salir de nuestra comodidad, arriesgarnos a dar sin esperar recibir. Y ante esa pregunta que Dios nos está haciendo: ¿A quién enviaré como mensajero a este pueblo? Podamos responder gustosamente: Mister, Aquí estoy yo, Envíame a mí.