En la vertiginosa carrera por la innovación, las compañías tecnológicas han caído en una trampa común: el impulso de lanzar productos que no están listos para el mundo real. Promesas de cambios revolucionarios, avances que cambiarán la vida tal como la conocemos, todo anunciado con bombos y platillos. Sin embargo, la realidad suele ser más cruda. ¿Cuántas veces hemos sido testigos de tecnologías que, lejos de simplificar nuestras vidas, nos dejan frustrados? Asistentes virtuales que no comprenden lo que les pedimos, dispositivos que prometen conectarnos más rápido y nos dejan esperando, y experiencias digitales que no cumplen las expectativas. Aquí es donde los psicólogos, con su profundo conocimiento del comportamiento humano, pueden cambiar el juego. Imaginen un mundo donde, desde el inicio del proceso de diseño, los expertos en la mente humana trabajen mano a mano con ingenieros y diseñadores. No se trataría solo de hacer la tecnología más atractiva o "user-friendly", sino de hacerla verdaderamente ergonómica, adaptada a las necesidades reales, a los hábitos cotidianos, a los deseos y frustraciones del usuario promedio.