Se nos va de ojo que la sombra que el cuerpo genera y la muerte son compañeros de viaje de los que nunca podremos desprendernos, porque son fenómenos físicos inasibles que pueden desquiciarnos si no sabemos manejarlos.
Descubrir que al interponernos ante una fuente luminosa generamos una sombra que replica los movimientos de nuestro cuerpo, es el primer fenómeno sorprendente e inexplicable que descubrimos cuando somos niños. que nos divierte cuando conformamos figuras con las manos y con el cuerpo, o nos asusta cuando desconocemos su fuente de origen alentando la imaginación de que pueda ser un fantasma que nos quiere atrapar.
La muerte, aunque digamos que no, siempre nos asusta porque supone el fin de nuestra vida, por eso preferimos no pensar en ella, para evitar el agobio vital que supone no saber nunca cuándo y cómo nos atrapará. Miedos que desaparecen cuando comprendemos que la muerte es lo que da sentido a la vida, que la sombra forma parte de nuestro yo. Y que los fantasmas, de haberlos, no son dañinos. ¡Que no se te vaya de ojo!