El tema de esta semana es: Controversias en Jerusalén.

Empecemos con el versículo para memorizar durante la semana que está en Marcos 11:25 y dice. “Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonadle, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”.

Al estudiar la lección 3 hace unas semanas vimos que en Marcos capítulos 2 y 3 se registra una serie de cinco controversias entre Jesús y los líderes religiosos. En la lección de esta semana, cuando Jesús llega a Jerusalén, ahora tiene una serie de 6 controversias con los líderes religiosos. Los 2 conjuntos de controversias sirven como marco al principio y al final del Ministerio terrenal de Cristo.

Cada conjunto aborda temas importantes en la vida cristiana. Las instrucciones de Jesús, incluso en estas situaciones de discusión, ayudan a guiar a los creyentes a través de las cuestiones fundamentales de la fe y las cuestiones prácticas de la experiencia cristiana cotidiana.

Los líderes religiosos intentaron confrontar, confundir y derrotar a Jesús, pero nunca lo lograron. Parte de la lección de esta semana analiza lo que lleva a las personas a oponerse a Dios, además de considerar lo que los cristianos pueden hacer para disminuir los prejuicios y hablar al corazón de aquellos que resisten el llamado del Espíritu Santo.

En Marcos 11, el ministerio de Jesús se desarrolla en Jerusalén mientras se dirige a la Pascua. Más o menos marzo y abril. Los capítulos 11 al 16 de Marcos cubren poco más de una semana. El tiempo de la narración se ralentizó mucho. Los primeros 10 capítulos abarcan aproximadamente 3 años y medio. Esta desaceleración apunta a la importancia de estas escenas finales.

Concluyo la introducción a la lección de la semana con reflexiones del libro El ministerio de Curación, que está en la página 31, y dice lo siguiente.

Durante su ministerio, persiguiéronle siempre hombres astutos e hipócritas que procuraban su muerte. Seguíanle espías que acechaban sus palabras, para encontrar algo contra él. Los intelectos más sutiles e ilustrados de la nación procuraban derrotarle en controversias. Pero nunca pudieron aventajarle. Tuvieron que dejar la lid, confundidos y avergonzados por el humilde Maestro de Galilea. La enseñanza de Cristo tenía una lozanía y un poder como nunca hasta entonces conocieron los hombres. Hasta sus mismos enemigos hubieron de confesar: “Nunca ha hablado hombre así como este hombre”.

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