Cuando nuestro corazón ha sido lastimado tendemos a cerrarnos al amor, al cariño, al cuidado y a la escucha de los demás, de nosotros mismos, y hasta nuestra relación con Dios se ve perjudicada. Las lecturas de hoy nos recuerdan que somos llamados a no endurecer nuestro corazón y estar atentos a la voz de Dios.