Todos tenemos tesoros a los que nos sentimos apegados, pero su valor terrenal no se compara con el valor celestial que obtienen una vez que los entregamos en consagración a Dios.
Todos tenemos tesoros a los que nos sentimos apegados, pero su valor terrenal no se compara con el valor celestial que obtienen una vez que los entregamos en consagración a Dios.