Samuel Barber: «Siempre tocan el Adagio para cuerdas. Ojalá tocaran algunas de mis otras piezas». Atrapado en el hospital a causa del cáncer: poco antes de su muerte, el director Lukas Foss dirigió su propia interpretación al frente de la Orquesta Filarmónica de Brooklyn y se la dedicó al compositor convaleciente. También los amigos de Barber fueron a visitarlo al hospital y le tocaron el Adagio en directo con todo su amor (y para aburrimiento mortal del compositor, según el testimonio de su pareja, Carlo Menotti). A partir de las primeras críticas positivas, su fama no dejó de crecer. Funerales, elegías, películas, televisión… Durante el s. XX, no hubo lugar triste donde no sonase el Adagio. A día de hoy, algunas orquestas aún lo ensayan periódicamente, por si alguna celebridad estira la pata.