Amor y anarquía afortunadamente sigue desarrollando su aguda y mordaz descripción del mundillo editorial (editores, financistas y escritores), presentando nuevos aspectos del mismo, hábilmente entrelazados con los dictados de la corrección política, el consumo, las modas, los influencers, cuestiones de género, los nuevos formatos, las demandas de la industria del streaming, la vigencia y defensa de lo literario y la realidad y los vínculos como insumos de la ficción. Si bien la serie mantiene sus momentos graciosos e irónicos, esta temporada alcanza acaso mayor hondura dramática que la primera (gracias al desarrollo de la crisis de su protagonista, el crecimiento de otros personajes y la aparición de otros nuevos), asomándose a abismos propiamente escandinavos.