Mucho se ha hablado de la efervescente escena
urbana de las Islas Canarias. Sin embargo, apenas se ha explicado por qué esos
artistas supieron anticiparse a las nuevas tendencias que más tarde arrasaron
entre la juventud de la Península. Y es que el archipiélago siempre ha sido una
tierra fértil para el cruce de culturas entre Europa, África y América Latina.
Cruz Cafuné encarna esa diversidad: tinerfeño de origen
venezolano, desde chiquito ha estado conectado con el reggaetón, la salsa, la
cumbia y otros ritmos sudorosos. A eso suma su pasión por el hip hop de corte
clásico y una curiosidad que ya apuntaba con su colectivo Broke Niños Make
Pesos, donde coincidió con otros incipientes talentos como Choclock, hoy uno de
los productores más brillantes del neo r&b.
En su debut en solitario,
el muy recomendable ‘Maracucho bueno muere chiquito’ (2018), el artista ya
apuntalaba las bases de su propuesta: temáticas en torno a sus creencias
espirituales, cierta denuncia social, la ambición en su carrera y la realidad
de los barrios en su tierra. Después llegó el bombazo junto a Don Patricio en
el single ‘Contando lunares’, que puso su nombre en la órbita de la industria.
En ‘Moonlight922’ (en el título juega con el concepto de la
luna llena y el prefijo de Santa Cruz de Tenerife) demuestra su versatilidad:
tan pronto se acerca a su vertiente más melódica y romántica (‘Balaperdida’)
como le tira a genios del rap yanqui como Kendrick Lamar (‘Mina El Hammani’).
Además se rodea con acierto de voces femeninas (la ex triunfita Alba Reche y
otras de las grandes promesas canarias, Sofi de la Torre) y de productores que
están dibujando las nuevas tendencias urbanas (r&b y soul futuristas) como
Flavio Rodríguez.
José Fajardo