¿Qué pasa cuando, en nuestra forma de vivir, elegimos analizar nuestros pensamientos, nuestras necesidades y cómo resolverlas de la forma más perfecta?
Vivir en un análisis constante, puede llegar a paralizarnos de forma limitante.
El diálogo mental es productivo, a dosis controladas, pero si se descontrola, si se apodera de uno/a mismo/a de forma obsesiva o limitante, ya no ayuda. Detener el discurso mental alivia la carga.