Cuando damos lugar a los deseos de nuestra carne, y cedemos ante la tentación del adulterio, no sólo ponemos en riesgo nuestra relación de pareja, sino sobre todo, nuestra relación con Dios.
Cuando damos lugar a los deseos de nuestra carne, y cedemos ante la tentación del adulterio, no sólo ponemos en riesgo nuestra relación de pareja, sino sobre todo, nuestra relación con Dios.