Puedes descargar el audio de aquí.
Este libro ha aparecido en Español. En realidad, esta lectura es requerida de todo aquel interesado en el Cristianismo primitivo, de cómo los cristianos fueron considerados por lo que los rodeaban, y como las creencias cristianas llegaron a conquistar y a formularse dentro de este periodo.
Aca la reseña proveída por editorial Sigueme:
En sus orígenes, el cristianismo fue considerado por sus contemporáneos paganos una innovación social peligrosa. La crítica de algunos miembros de la élite cultural, su temor a que la nueva superstición transformara radicalmente su forma de vida, deja traslucir que aquellas prácticas y valores se extendían incluso entre los grupos influyentes.
Sin embargo, a quienes se integraban en una comunidad cristiana esto les acarreaba numerosas dificultades: oposición familiar, desprecio social y hasta persecución política. Entonces, ¿qué encontraban en aquellas comunidades para que mereciera la pena soportar tantos inconvenientes?
El autor intenta dar respuesta a estos enigmas. Por un lado, describe el proceso de configuración de una identidad colectiva en el nuevo grupo religioso. Por otro, señala las peculiaridades (religiosas, culturales, éticas) que diferenciaban a este movimiento del contexto grecorromano, hasta el punto de parecer una extravagancia social.
Desde sus inicios, el nuevo estilo de vida cristiano deja sentir su influjo en Roma y en todas aquellas culturas con las que entra en contacto.
Aca se ofrece la introducción al libro en PDF.
Cuando el Cristianismo era ateo
¡Los primeros Cristianos eran ateos! Al menos, así es como algunas personas de la época los vieron en los primeros siglos, y no es difícil ver por qué. Lo más importante, se negaron a adorar a los dioses tradicionales. Pero también, juzgados por los criterios de la era Romana, ni siquiera parecían practicar una forma reconocible de religión. En el crucial primer par de siglos por lo menos, no tenían santuarios ni templos, ni altares ni imágenes, ni ritos de sacrificio ni sacerdocio.[1]
Por supuesto, los primeros Cristianos fueron acusados de varias cosas. Habían las salvajes afirmaciones de que los Cristianos participaban en el canibalismo y las orgías sexuales, afirmaciones que circulaban principalmente entre la chusma. Sin embargo, críticos más sofisticados los describieron como profundamente subversivos de las estructuras sociales, religiosas y políticas del mundo romano. Una de las otras etiquetas lanzadas contra el Cristianismo era que era una superstitio (superstición), un término latino que designaba mala a una religión, la clase considerada estúpida, incluso peligrosa. Pero “ateo” fue probablemente la acusación que reflejó más directamente la naturaleza marcadamente distintiva, incluso problemática, del Cristianismo en los primeros siglos.
A diferencia del énfasis actual, sin embargo, en el mundo Romano el ateísmo no era principalmente una cuestión de creencia o incredulidad. En cambio, lo que entonces se consideraba “piedad” o ser religioso era principalmente la participación en la adoración de los dioses. En ese escenario, negarse a hacerlo era el ateísmo. Los antiguos filósofos especulaban acerca de los dioses, de dónde provenían, de lo que realmente eran, e incluso si realmente existían, pero eso no era tanto un problema. Lo que importaba era participar en los ritos tradicionales dedicados a los dioses. Y los filósofos que especulaban sobre los dioses no trataban particularmente de desalentar la participación en los ritos tradicionales,