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Amados en nuestros pecados
El hijo pródigo regresó a casa con las manos vacías. No tenía trofeos que mostrar a su padre, ni logros con los cuales ganarse su alabanza, su bienvenida y su amor. Era un fracasado. Peor aún, era un pecador. Merecía ser castigado y lo sabía. Sin embargo, el castigo era lo último que necesitaba. Castigarlo sería como verter agua sobre un fuego moribundo. ¿Qué sucedió? Cuando el padre vio a su hijo perdido acercándose a él, su corazón se conmovió, y al siguiente minuto estaban en los brazos del otro. Es una experiencia extraordinaria ser amado en la propia pecaminosidad.Ese amor es como una brisa para un fuego moribundo, o como la lluvia cayendo sobre una tierra reseca. Aquellos que han experimentado este tipo de amor saben algo sobre el corazón de Dios.
Amados en nuestros pecados
El hijo pródigo regresó a casa con las manos vacías. No tenía trofeos que mostrar a su padre, ni logros con los cuales ganarse su alabanza, su bienvenida y su amor. Era un fracasado. Peor aún, era un pecador. Merecía ser castigado y lo sabía. Sin embargo, el castigo era lo último que necesitaba. Castigarlo sería como verter agua sobre un fuego moribundo. ¿Qué sucedió? Cuando el padre vio a su hijo perdido acercándose a él, su corazón se conmovió, y al siguiente minuto estaban en los brazos del otro. Es una experiencia extraordinaria ser amado en la propia pecaminosidad.Ese amor es como una brisa para un fuego moribundo, o como la lluvia cayendo sobre una tierra reseca. Aquellos que han experimentado este tipo de amor saben algo sobre el corazón de Dios.