En la cuenca de la Amazonía suramericana, una gigantesca madeja de selva tropical y ríos gigantescos con mayúscula incidencia en la vida de gran parte del planeta, ocurrió en fecha reciente la Cumbre de Belém, Brasil, en la que los debates, algunos muy tibios, estuvieron centrados en salvar al bioma de 7 500 000 kms2 y más de 40 millones de habitantes, 2 000 000 de ellos miembros de 500 pueblos indígenas ocupantes de ese territorio.
Ocho naciones que comparten ese territorio estuvieron en la cita convocada por el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva los días 8 y 9 de este mes. A su llamado acudieron sus pares de Colombia, Gustavo Petro, Perú, Dunia Boluarte, y Bolivia, Luis Arce; la vicepresidente de Venezuela, Dalcy Rodriguez, y el primer ministro de Guyana, Mark Phillips. También los cancilleres de Ecuador, Juan Carlos Holguín y de Surinam, Albert Ramdin.
Invitados especiales del Congo-Brazzaville, la República Democrática del Congo, Indonesia –como países con grandes bosques tropicales- y San Vicente y las Granadinas, como presidente actual de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Es la primera ocasión desde 2009 en que los miembros de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) sostienen una reunión para, como en oportunidades anteriores, analizar los mecanismos que eviten la destrucción por el hombre del gigantesco territorio, rico en recursos naturales codiciados por grandes corporaciones, tanto nacionales como extranjeras .