sonido de una generación sino un contenedor multiusos donde cabe todo eso que

abarca el pop; no

hay más que bucear un poco por Spotify, el gran termómetro de las tendencias,

para encontrar playlist masivas donde suenan, bajo esa etiqueta, desde Billie

Eilish hasta Willow. Cuco

fue uno de los primeros artistas en abanderar este movimiento de entre

aquellos con ascendencia latina (nació en California de padres mexicanos) y que

usan el español en sus letras (en su caso, sólo en unas pocas canciones).

 

Generación Z, aquella que nació a partir del cambio de siglo, a quienes la primera

crisis económica de 2008 les pilló siendo unos críos y la pandemia les llegó en

el peor momento posible: en los años salvajes de la juventud.

Refugiados en sus dormitorios, conectados a la red global y expuestos a la

depresión y a la ansiedad como respuesta orgánica a un presente congelado y un

futuro incierto (nunca antes se había hablado tanto de “salud mental” como

entre este segmento poblacional), encontraron en esta música delicada,

bonita, pegadiza, intimista y confesional una vía de escape frente a la

realidad.

 

Para su segundo álbum de larga duración Cuco se trasladó a

Ciudad de México durante estos dos últimos años de pandemia en busca de sus

orígenes, en una búsqueda existencial de un pasado entre idealizado y

fantasmagórico; así suenan sus canciones, hilos musicales donde hay ecos de la

música que debió escuchar de fondo cuando era pequeño en casa (boleros, pop en

español, rancheras) y

de sonidos actuales ensoñadores como el dreamcore.

 

“retro” y “nostalgia” siempre aparecen al hablar de su obra, incluso en

palabras del mismo autor) pero no hay nada que defina mejor estos tiempos que

canciones como ‘Heaven is Lucid Dreaming’ o ‘Fin del Mundo’.

José Fajardo.