Hoy nos hemos bajado al barro, nos hemos mojado los pies y nos hemos adentrado en el mundo de los anfibios, animales imprescindibles para el ecosistema y el medio acuático terrestre.
En la mayoría de los mitos griegos, como en el resto de las culturas de todos los tiempos, aparecen animales y entre ellos, nuestro protagonista de hoy. En el México prehispánico, si una rana entraba a la casa, era el anuncio de una fortuna adversa, del advenimiento de alguna enfermedad o incluso de la muerte de un miembro de la familia. Sin embargo, las ranas igualmente estaban relacionadas con la lluvia y con el desarrollo del maíz, en muchos casos es símbolo de suerte.
La rana, los sapos, eran asociados a la fertilidad no sólo de los campos, sino también en los humanos, así de repente me acuerdo de la prueba de la rana para conocer si una mujer estaba embarazada.
Los artistas se han inspirado en los anuros durante milenios, no solo en representaciones, la literatura popular nos los presentó, a través de los hermanos Grimm, en un cuento en el que una princesa besaba una rana y se convertía en príncipe.
Incluso en la memoria popular ha dado lugar al uso cotidiano de una frase de este cuento: “tienes que besar muchas ranas antes de encontrar a tu príncipe”.