Dos iconoclastas del nuevo pop rioplatense, unidos por
una misión que se ha convertido en ciencia ficción y pecado en los últimos dos
años: hacer bailar a la gente. Eso es lo que se han
propuesto el uruguayo Dani Umpi y el argentino Coghlan en un EP largo o LP
corto que se han sacado de la manga en los últimos días de 2021, a modo de
pistoletazo de salida del verano sudamericano: un cóctel de piezas de corte
electropop deconstruido por los imaginarios amplísimos de ambos artistas.
Y es que Dani Umpi lleva casi dos décadas siendo una de
las voces más vanguardistas del pop electrónico sudamericano, con excursiones a
Europa y una idea de performance y de expresividad pop fuera de todos los
cánones. Pero Coghlan, que lleva apenas cinco años perfilando un álter ego que
toma el nombre de un barrio porteño, tiene un imaginario de una abstracción
absolutamente voladora, quizás hyperpop, quizá neopsicodélica.
Ambas miradas confluyen a la perfección en este breve pero
intenso ejercicio colaborativo que si bien mantiene esa genética abstracta,
iconoclasta y excéntrica que define a ambos proyectos, la pista de baile se
convierte en una suerte de “límite positivo”: el objetivo de hacer
bailar al personal los obliga a que la excentricidad expresiva y de producción
a la que están acostumbrados tenga una misión casi física, apoyada también en
el trabajo de los productores Hembro.
De ahí que firmen hits bestiales de house-pop arremangado
(“Descontrola”), a una pista algo más opaca, sexy e intromisiva (“Europa”), a
una deconstrucción reggaetonera casi synthpopera (“Fabi”), a una coalición de
autotune extremo e himno discotequero (“Ku”) y hasta un absoluto hit tecnopopero
tan cerca del urban-pop de mirada ravera como de Fangoria (“Llama y llora”). Ojalá
este monstruo de baile de dos cabezas se quede para siempre.
Alan Queipo.