Los creyentes corremos el riesgo de orar con hipocresía muchas veces, es decir, pretender conversar con Dios, pero usar la oración para aparentar devoción o integridad. Jesús enseñó que no debemos orar como los hipócritas, sino elevar a Dios una oración genuina, caracterizada por el deseo sincero de relacionarse con Él.