Roman Abramovich nació en 1966 en Saratov, Rusia, y quedó huérfano antes de cumplir los tres años. Creció en condiciones humildes en el extremo norte del país, en una región dura y aislada de Siberia. Pero tras la caída de la Unión Soviética, encontró una oportunidad única en el caos económico: aprovechó las privatizaciones para adquirir activos clave a precios irrisorios.

Fue parte del selecto grupo de oligarcas que amasaron fortunas en los años 90. Su jugada maestra fue la compra de Sibneft, una petrolera que transformó y luego vendió en 2005 a Gazprom por 13.000 millones de dólares. Con esa riqueza, diversificó su imperio: compró el Chelsea FC en 2003, lo salvó de la bancarrota y lo convirtió en campeón de Europa con una inversión sin precedentes.

Aunque en la actualidad está sancionado por varios países por sus vínculos con el Kremlin tras la invasión de Ucrania, su fortuna sigue intacta. Se estima en más de 9.000 millones de dólares, repartidos entre propiedades de lujo, inversiones tecnológicas y activos offshore. La suya es la historia de un ascenso meteórico, en uno de los momentos más convulsos del siglo XX.

Fuentes: Forbes, BBC, The Guardian, Bloomberg.