El pasaje evangélico que hemos escuchado, esta integrado en la sección narrativa que precede al discurso de las parábolas sobre el Reino, y se relaciona con un tema favorito de todos los profetas: los oráculos contra las ciudades malvadas. Jesús echa en cara a varias ciudades su falta de fe y su mala conducta, y les anuncia que su ruina y destrucción ha comenzado ya, porque lo han rechazado a Él y se han excluido de la salvación.
Para hacer mas evidente la obstinación y malicia de esas ciudades, las compara con otras ciudades paganas, tristemente famosas por su corrupción.
No hay pecado ni vicio humano mas peligroso que la presunción, que ciega los ojos y embota la mente, hasta hacer que se desvanezcan y pierdan significado las evidencias anteriores. La presunción de Corozaín, de Betsaida, de Cafarnaúm, es imagen de lo que se anida en el corazón de cualquier ser humano, en el momento en que se desvanecen para él la relevancia, la fuerza de anuncio y de provocación del Evangelio de Jesús.
La presunción de las ciudades del lago es, a un nivel más amplio, la imagen del misterio de inquietud que se consuma en la historia de dos mil años de cristianismo, es decir el amor de Dios manifestado en Jesús, ignorado, hecho impotente, dejado en el olvido, declarado como irrelevante y obsoleto en el camino del ser humano hacia una nueva humanidad. Esto es obra de la presunción human y, particularmente, de la presunción del hombre religioso, del que se cree “cerca de Dios”.