Y llega el momento en que no quieres ser la de ayer. Que sin que pase nada o pase todo, solo quieres ser un nuevo tú. Morir, volver a nacer, perderte en una nueva carrera y llegar a un nuevo óvulo. Fecundar, gestar, ser , existir en ti, en todos, en nadie. Con más calma, sin mentiras, no de otros sino propias. Y te permites cometer errores y pruebas de tantas formas lo que está a tu alrededor y aunque el dolor te corroe, y las ganas de vomitar rodean tu garganta, aunque las lágrimas caigan, decides que la vida debe ser feliz y llena de luces. Y aunque las personas dejan de ser, decides ser mejor que ayer. Decides levantar los pies, perdonar...perdonarte. Decides sentirte bien en tu nueva piel. Decides sentirte bien en la soledad llena de compañía. En la cama vacía. En la ausencia del sonido del timbre. En la caricia ajena. En la boca llena de engaño. En el corazón prestado. Decides dejarte atrás y simplemente vivir en la verdad de que las personas no son, solo creen existir. Porque las personas prefieren ser la caricia no dada, la mentira oculta, el silencio lleno de verdades, el luto sin lágrimas, los amores no consumados, los vacios más profundos...sus ausencias. La ausencia de ellos mismos, la ausencia y la plenitud de ti misma, y pese a todo decides entender que no siempre te toparás con un corazón bueno, decides vivir el presente y dejar de mentirte, porque al final a todos nos llega lo que decidimos merecer o lo que tanto le hemos temido.