En el libro de Daniel, capítulo 4, encontramos uno de los relatos más sorprendentes y reveladores de toda la Escritura: el sueño de Nabucodonosor y el “Decreto de los Vigilantes”. No fue un sueño común, ni una simple advertencia. Fue un mensaje celestial, emitido por seres espirituales que observan, registran y ejecutan los propósitos soberanos de Dios sobre las naciones y sobre los hombres.