Todas las semanas, el pequeño Víctor veía cómo los nativos ese eja cuadraban sus canoas llenas de fruta para vender en Puerto Maldonado. Y comenzó a ver en ellos a sus ídolos. Si ahora los niños quieren ser como Paolo Guerrero o Leonel Messi, Víctor quería ser como Ramelo, el curaca de la comunidad de Palma Real.
Regresaba del colegio sin camisa, sin zapatos y con el pantalón arremangado, en honor a ellos, a pesar de los gritos de su madre. Soñaba con vivir rodeado de animales y sentía que no encajaba en las convenciones sociales de una ciudad, que por esas épocas, tenía sus calles de tierra. Él trepaba los árboles, se lanzaba al río y trataba de imitar los gestos o miradas de sus amigos nativos. Se enamoró de esa conexión que ellos tenían con el bosque, de su naturalidad, de su amor.
Texto extraído del libro "Defensores Ambientales: historias de lucha en Madre de Dios", escrito por Jack Lo.