Desde la Diócesis de Tui-Vigo, a través de la Vicaría de Pastoral y la delegación de Medios de Comunicación Social, te proponemos este itinerario de espiritualidad para rezar con el Evangelio de cada día desde la Cuaresma hasta Pentecostés.

Reflexión escrita por el sacerdote diocesano Ángel Carnicero.

Música © Mingos Lorenzo.

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Jesucristo, a lo largo de toda su vida terrena, fue fuente de sanación y curación, acariciando las heridas, devolviendo la esperanza, acompañando el dolor y dejándose interpelar por el universo del sufrimiento del otro. Sus milagros, en no pocas personas, despiertan admiración y fascinación. Sin embargo, algunas se resisten a dejarse alcanzar por esta dinámica de compasión entrañable. Fruto de esta actitud exponen todo tipo de objeciones, hasta el punto de atribuir su poder a Belcebú, la fuerza opuesta al amor de Dios. Llegan hasta el esperpento de pedir un signo cuando acaban de ver como Jesús curaba al mudo. Ante esta escena no podemos obviar que el universo del mal nos rodea, todavía más, nos pretender absorber en su lógica de desconfianza, destrucción, desesperanza y rechazo. Frente a esta bandera, que sutilmente nos va atrayendo con las más variadas razones, se levanta la bandera de Cristo, bajo la cual estamos llamados a hacer experiencia cotidiana de las palabras de Jesús, que llenan de luz y esperanza todos los espacios de oscuridad y negatividad, haciéndose para nosotros certeza concreta de una presencia siempre salvadora y recreadora: «si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros».