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Desde la Diócesis de Tui-Vigo, a través de la Vicaría de Pastoral y la delegación de Medios de Comunicación Social, te proponemos este itinerario de espiritualidad para rezar con el Evangelio de cada día desde la Cuaresma hasta Pentecostés.
Reflexión escrita por el sacerdote diocesano Ángel Carnicero.
Música © Mingos Lorenzo.
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La Verdad para los cristianos no es primordialmente un conjunto de ideas ni un cuerpo de doctrina. Para nosotros es una Persona: Jesucristo. En la relación con Él está la fuente de nuestra verdadera libertad. Somos invitados a descubrir cada día la novedad más radical de nuestra existencia que radica en nuestra condición de hijos de Dios. Muchas veces nuestros esquemas y nuestras categorías, aunque sean aparentemente religiosas, no nos liberan, al contrario, nos esclavizan y nos instalan en una dramática incapacidad para acoger el don de la vida nueva. Solo cuando vivimos como hijos en el Hijo disfrutamos la alegría cotidiana de permanecer en la casa del Padre, es decir, en un sano tejido relacional, en una actitud de escucha y acompañamiento, compasión y comunión. Si no nos abrimos a esta dinámica nos pasará como aquellos contemporáneos de Jesús, dispuestos a todo para quitarle del medio y condenarle a muerte, dejando pasar ante su mirada cerrada y autorreplegada el gozo del encuentro con el Salvador.
By Diocese Tui-VigoDesde la Diócesis de Tui-Vigo, a través de la Vicaría de Pastoral y la delegación de Medios de Comunicación Social, te proponemos este itinerario de espiritualidad para rezar con el Evangelio de cada día desde la Cuaresma hasta Pentecostés.
Reflexión escrita por el sacerdote diocesano Ángel Carnicero.
Música © Mingos Lorenzo.
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La Verdad para los cristianos no es primordialmente un conjunto de ideas ni un cuerpo de doctrina. Para nosotros es una Persona: Jesucristo. En la relación con Él está la fuente de nuestra verdadera libertad. Somos invitados a descubrir cada día la novedad más radical de nuestra existencia que radica en nuestra condición de hijos de Dios. Muchas veces nuestros esquemas y nuestras categorías, aunque sean aparentemente religiosas, no nos liberan, al contrario, nos esclavizan y nos instalan en una dramática incapacidad para acoger el don de la vida nueva. Solo cuando vivimos como hijos en el Hijo disfrutamos la alegría cotidiana de permanecer en la casa del Padre, es decir, en un sano tejido relacional, en una actitud de escucha y acompañamiento, compasión y comunión. Si no nos abrimos a esta dinámica nos pasará como aquellos contemporáneos de Jesús, dispuestos a todo para quitarle del medio y condenarle a muerte, dejando pasar ante su mirada cerrada y autorreplegada el gozo del encuentro con el Salvador.