Igual que hay extremistas de lo puro,
sabelotodos incapaces de mirar más allá de lo que se creen que dominan, también
hay intransigentes del cambio, aquellos para quien el arte sólo es válido si se
vende como algo nuevo. Para estos despistados que confunden
modernidad con falta de referentes, lo que hace Derby Motoreta’s Burrito
Kachimba es un sacrilegio.
La banda sevillana no esconde sus
influencias (como suelen hacer muchos grupos, preocupados por el qué dirán)
sino que se enorgullece de ellas. Por un lado, el rock
duro y la psicodelia de finales de los 60 vía Led Zeppelin; por otro,
la herencia del rock andaluz hermanado con el flamenco (Triana, Pata Negra,
Smash), y a todo eso le suma su pasión por las guitarras lisérgicas
de bandas contemporáneas anglosajonas como King Gizzard And The Lizard Wizard o
Thee Oh Sees.
Lo que no llegan a comprender ni puristas ni
‘modernos’ es que el arte da igual de dónde venga, lo que importa no es el
envoltorio, sino la esencia. Y es ahí, en esa fuerza que sale del corazón,
en la inspiración que brota de la genialidad, donde los Derby Motoreta son
ahora mismo invencibles. No es exagerado afirmar que tienen uno de los
mejores directos del rock actual.
Su debut homónimo de 2019 fue tan sólo un aviso, es
ahora cuando muestran al completo su apabullante propuesta: poemas rotos
donde juegan con el imaginario andaluz, rock del desierto y rock pesado
envuelto en toneladas de tripis y humo. Apenas llevan unos años pero ya
forman parte junto a Pony Bravo y Guadalupe Plata de una escena al
margen de las tendencias, tan a su bola que aún no tiene nombre.
José Fajardo