El sermón explora el modelo de la iglesia primitiva descrito en Hechos 2, destacando que el bautismo y el llenado del Espíritu Santo generan una vida de devoción, unidad y comunión. Los creyentes se entregaban a la enseñanza de los apóstoles, partían el pan en las casas, oraban juntos y compartían todas sus cosas, no por obligación, sino por gracia y amor mutuo. Esta comunión, fruto del Espíritu, trae unidad, alegría, sencillez de corazón y crecimiento continuo de la iglesia, mientras los que eran salvos se añadían diariamente. El mensaje enfatiza que la verdadera vida cristiana se manifiesta en la entrega total al Señor, en la generosidad, en la oración común y en el testimonio activo en el mundo, todo impulsado por el poder del Espíritu Santo.