El desarrollo de nuestras vidas, visto en retrospectiva es como una película o un libro; lleno de capítulos, de tramas, de desenlaces y de vaivenes, en donde transcurren diferentes situaciones que cada uno de nosotros las vivimos en un tiempo determinado.
Cuando nacemos, se nos abre un mundo de amor, de apego y de cuidado, pero también conforme crecemos se van presentando oportunidades y condiciones para atravesar este camino de la mejor manera. Lógicamente, que este transito es en condiciones normales, sin entradas laterales, sin entornos inestables, sin amenazas externas o incluso sin malas decisiones propias. La vida misma de cada uno de nosotros se va desarrollando así, vamos aprendiendo a valorar unas cosas más que otras; si cometemos errores, aprendemos de ellos, ganamos experiencia de vida, más horas de vuelo, mejor comprensión de la realidad e incluso conociendo mejor a las personas que nos rodean.
Por ello, como en todo libro o película, hay momentos estables, momentos en donde el guion es parejo o en donde las condiciones se desarrollan conforme lo planeado o lo que se espera que ocurra. Sin embargo, cada uno de nosotros somos conscientes que la vida tiene giros inesperados, buenos, malos, tristes o alegres, pero que de cada una de estas situaciones siempre nosotros debemos de quedarnos con la lección aprendida de cada situación.
A esas lecciones aprendidas, las cuales debemos de aquilatar, le sumo también todas aquellas experiencias de vida, a nivel de nuestro entorno más cercano, de nuestro núcleo, de nuestro nido, de nuestro centro de gravedad, de donde parten nuestros sueños, convicciones y aspiraciones que nos permiten ir creciendo como personas de bien, como personas buenas y como personas que irradiamos confianza, respeto y empatía.
Alguna vez me pregunte si había alguna receta para aplicar en la vida que me permita hacer un plan a ejecutar, que incluso sea dinámico conforme se iban dando las cosas o de qué manera poder prever el futuro. A estas alturas, considero que en base a mi experiencia vivida y a las diferentes conversaciones con muchas personas a las cuales admiro, me permiten compartir un proceso que se desarrolla en 8 etapas, que tiene forma de una rueda, que siempre va para adelante y que permite usarla en cualquier momento, para cualquier situación, que tenga incluso que ver con cambios trascendentales, la cual la llamo “Nuestra rueda de vida”.
“Nuestra rueda de vida” la comparto con ustedes para que cada uno la adapte de acuerdo con su vida, es un patrón muy sencillo que encaja en cada uno de nosotros.
Cuando la revisen e interioricen se darán cuenta, que es aplicable para cualquier momento, para cualquier situación o ante algún dilema que podamos tener. Es como una secuencia para llegar a una toma de decisiones, pero en el fondo no es solo eso, es más que eso, porque esa rueda nos sirve para partir de cómo nos miramos y que vemos en un momento determinado, lo cual nos servirá para revisar o escanear internamente como estamos, que sentimos, que queremos y cuanto de combustible necesitamos para llegar a nuestro destino.
Las 8 etapas de “Nuestra rueda de vida” tienen un tránsito obligado que seguir, ya que cada uno es secuencial y cada uno refuerza el anterior y sirve de base también para el siguiente. Es decir, el éxito está en llegar, revisar y completar cada una de las etapas.