Hace mucho tiempo, en un mundo lleno de magia y misterio, vivía un alosauro llamado Alfonso. Alfonso era un dinosaurio solitario que pasaba sus días explorando los vastos paisajes de la tierra prehistórica. Sin embargo, había algo que siempre captaba su atención: la hermosa luna que brillaba en el cielo nocturno. Cada noche, Alfonso se detenía y miraba fijamente a la luna, fascinado por su resplandor plateado. Un día, sintió un deseo profundo de hablar con la luna y conocer los secretos que guardaba. Así que, decidido, esperó pacientemente hasta que la noche cayó nuevamente. Mirando hacia arriba, Alfonso comenzó a hablar en voz alta, sabiendo que la luna podría escucharlo. "Luna brillante, ¿puedes oírme?", preguntó tímidamente Alfonso. Para su sorpresa, una suave voz resonó en su mente, respondiendo: "Sí, querido Alfonso, puedo oírte. Soy la guardiana de los sueños y los secretos de la noche". Alfonso se emocionó al darse cuenta de que la luna podía escucharlo. Comenzaron a entablar una amistad especial, compartiendo historias y sueños. Cada noche, Alfonso le contaba a la luna sobre sus aventuras en la tierra prehistórica, mientras la luna le revelaba los misterios del universo y los secretos de las estrellas. A medida que Alfonso y la luna conversaban noche tras noche, el alosauro comenzó a sentirse más conectado con el mundo que le rodeaba. A través de sus conversaciones, aprendió sobre la importancia de la paciencia y la sabiduría, y descubrió la belleza de apreciar los pequeños momentos de la vida. Un día, la luna le contó a Alfonso sobre un antiguo tesoro oculto en lo más profundo de la selva. Era un objeto mágico que podía conceder un deseo a quien lo encontrara. Lleno de emoción, Alfonso decidió embarcarse en una nueva aventura para encontrar este tesoro y hacer realidad su deseo más profundo: encontrar la verdadera amistad. Durante su búsqueda, enfrentó numerosos desafíos y peligros, pero nunca se rindió. Finalmente, en lo más profundo de la selva, encontró el objeto mágico. Con gran emoción, Alfonso cerró los ojos y formuló su deseo en voz alta: "Deseo encontrar un amigo leal y verdadero". De repente, una luz brillante envolvió a Alfonso, y cuando abrió los ojos, se encontró cara a cara con otro dinosaurio, un triceratops llamado Tristán. Los dos se miraron, y en ese momento, supieron que habían encontrado el verdadero significado de la amistad. Alfonso y Tristán se convirtieron en inseparables compañeros, explorando el mundo juntos y compartiendo risas, aventuras y secretos. Aunque Alfonso ya no hablaba con la luna todas las noches, siempre llevaba consigo el recuerdo de su amistad especial. Y así, Alfonso el alosauro y Tristán el triceratops vivieron felices y enriquecieron sus vidas con la magia de la amistad encontrada en la oscuridad de la noche y el brillo de la luna. Y aunque el tiempo pasara y los paisajes cambiaran, su amistad perduró para siempre en los corazones de los dos dinosaurios.José Pardal