Aunque sufrió intensos dolores físicos, emocionales, y espirituales que lo hicieron sudar sangre y aunque cayó bajo el peso de la cruz y fue colgado como un repulsivo criminal, Cristo no fue débil. En realidad, su pasión fue su punto fuerte, pues sus hombros se llevó a la cruz todos los pecados de todas las personas del mundo, para comprarnos con su muerte la reconciliación con Dios.