Hace unos 12 000 años, la domesticación de plantas abrió múltiples focos agrícolas —del Creciente Fértil a China, Mesoamérica, los Andes, África y el Sudeste Asiático— con evidencias como pan natufiense, Jericó y Çatalhöyük que marcaron el paso al sedentarismo. Del trigo seleccionado por espigas firmes a los excedentes y graneros, se examinan sus efectos en trabajo, dieta, salud, demografía, jerarquías, guerra, esclavitud y enfermedades zoonóticas. ¿Progreso civilizatorio o vida más dura a cambio de un mayor éxito evolutivo de la especie humana?