Desde el pasado 2 de abril, Estados Unidos aplica un arancel base del 10 % a la mayoría de países, dentro de lo que él ha llamado el “Día de la Liberación Económica”. Pero el mayor golpe ha sido para China: el 9 de abril, Trump elevó los aranceles a sus importaciones hasta un 145 %, sumando un 20 % adicional como castigo por el presunto papel del país en la crisis del fentanilo.
Este giro proteccionista ha puesto en jaque a multinacionales como Apple, que fabrica la mayoría de sus iPhones en China. Con los nuevos aranceles, un iPhone 16 Pro Max podría encarecerse en cientos de dólares. Si la empresa decidiera trasladar toda su producción a EE. UU. para esquivar los aranceles, el precio final del dispositivo podría dispararse hasta los 3.500 dólares, debido al elevado coste de producir en suelo estadounidense.
La medida ha generado una fuerte división entre economistas. Mientras Trump defiende que así se protegerá la industria nacional y se recuperarán empleos, muchos expertos advierten que esta estrategia puede encarecer productos, aumentar la inflación y tensar aún más las relaciones internacionales. Estados Unidos podría acabar pagando caro el precio de esta guerra comercial.