No vivimos la vida cristiana en nuestro propio esfuerzo humano porque es imposible, pero cada día debemos anhelar ser más como Jesús, imitándolo en sus acciones, palabras, motivaciones, etc. Dios ve nuestro corazón y el intento de agradarle y hará El resto. Cada día debemos morir a nuestra carne, a nuestro yo, alimentando nuestro espíritu para lograr llegar a esa estatura del varón perfecto.